Las discotecas más grandes de Barcelona: fiesta, sudor y alguna zapatilla perdida
Barcelona de día es Gaudí, tapas, playa y turismo con sandalias. Pero de noche… se transforma. Se pone tacones, se perfuma, se sube el volumen y abre las puertas de sus megadiscotecas. Esas que tienen más metros cuadrados que un Mercadona y donde, si te pierdes del grupo, puedes pasarte tres horas sin encontrarlos. Aquí te traigo las más bestias, las más famosas, y las que más resacas reparten por metro cuadrado.
Razzmatazz: cinco salas, mil estilos y cero vergüenza
Hablar de discotecas en Barcelona y no mencionar Razzmatazz debería ser ilegal. Es una nave industrial reconvertida en templo del desenfreno musical. Tiene cinco salas, cinco ambientes, y cinco millones de personas bailando a la vez (vale, exagero, pero casi).
Puedes estar escuchando rock en una sala, reguetón en otra, electrónica en la siguiente y pop indie llorón en la última. Es como tener Spotify en forma de edificio gigante. El público es tan variado como los estilos: modernos con gafas rotas, turistas sin camiseta y barceloneses que solo ven la luz del sol los lunes por la mañana.
Opium: glamour, playa y precios que pican
Opium está en el paseo marítimo, justo donde se acaba la ropa y empieza el brilli-brilli. Es enorme, blanco, moderno, con cristaleras que dan al mar y una terraza donde la gente baila, fuma, liga, se hace selfies y se replantea la vida (en ese orden).
Aquí todo es más caro, más brillante y más internacional. Si no llevas camisa, no entras. Si llevas sandalias, tampoco. Si llevas actitud de estrella de reality… adelante, estás en tu sitio. DJs internacionales, gogós con abdominales imposibles, y botellas con bengalas que valen más que un alquiler en Gràcia.
Pacha Barcelona: la isla del fiestón
No confundir con la Pacha de Ibiza, aunque aquí también se baila como si no hubiera lunes. Esta está justo al lado de Opium, comparten zona VIP, taxis caros y turistas desorientados. Pacha tiene esa energía tropical-electrónica que te hace mover el cuello sin querer, aunque vengas solo «a mirar un rato».
La sala es gigante, los techos altos, las luces cambian de color como si estuvieran vivas, y el ambiente es una mezcla de fashion victims, fiesteros profesionales y DJs que parecen haber nacido sobre una mesa de mezclas. Muy de sudar, muy de gritar “temón” aunque no sepas ni quién está pinchando.
INPUT: techno industrial con sabor a nave espacial
Situada en Poble Espanyol, INPUT no es una discoteca, es una experiencia sensorial. La sala principal parece un túnel futurista donde el techno te pega en el pecho como si te estuviera regañando. Todo suena fuerte, oscuro, potente, y la iluminación te hipnotiza lo justo para que pierdas la noción del tiempo (y de tu grupo de amigos).
Ideal para los que no vienen a hacer postureo, sino a bailar fuerte. No hay mucho sitio para hablar, ni falta que hace. Aquí no se liga, se suda al ritmo del bajo. Si te gusta la electrónica seria, este es tu templo. Si no, bueno… mejor quédate en la terraza exterior, que también se baila pero sin riesgo de perder un tímpano.